Sobre los estereotipos de belleza

SOBRE LOS ESTEREOTIPOS DE BELLEZA CREADOS POR EL SISTEMA, IMPUESTOS POR LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y SOSTENIDOS POR LA SOCIEDAD

En el sistema capitalista de normalización y acumulación ilimitada, lo bello es un factor clave de producción, reproducción y sostenimiento. Lo bello es tangible, es mercancía y objeto, mientras que la Belleza, en este escenario, devino en discurso, en referente mudo, en una narrativa de lo deseable.

Herbert Marcuse señala que el término “estético” aspira a un campo que preserva la verdad de los sentidos y reconcilia, en la realidad de la libertad, las facultades “inferiores” y “superiores” del hombre: la sensualidad y el intelecto, el placer y la razón (Marcuse, 2008: 164). Sin embargo, cuando de estereotipos de belleza se trata, la publicidad centra su codificación en seducir, es decir, apela a facultades inferiores del sentir mientras que relega a la razón. El mensaje publicitario es puro sentir, es deseo hecho imagen. Para vender, el sistema apunta a encantar no a convencer al intelecto, no es reflexivo el orden que propone, sino onírico.

Una narrativa de lo posible gira en torno a estos mensajes mediáticos. Por una puerta giratoria se ingresa con “kilos de más” y en segundos se sale “en forma”. Todo es fácil y al alcance de la mano. Desde ya que previamente se debe haber internalizado como mandato, que lo necesario, óptimo y deseable es ser de esa manera. Un estereotipo es, en todo orden discursivo, un canon, un modelo a seguir. En cuanto a belleza física se trata, el estereotipo designa no sólo un orden estético a seguir sino también todo un modo de vida que se crea en el mismo devenir de perfeccionarlo, sustentarlo y perpetuarlo. La belleza es perfección, es éxito, es el camino indiscutido; belleza es bondad y verdad. En este contexto los estereotipos de belleza gritan “Sé Yo”, anímate a emprender el camino a la perfección física, ser delgada, rubia, sonriente, con tu piel lisa como la mía, que serás finalmente, rica, exitosa y joven.

A la vez, la publicidad adopta un plan B, y susurra el mensaje “Sé Tú”, empleado cuando de tan explícitas buscan desviar su mensaje estereotipado hacia los márgenes. En esos casos, la “actitud”, la espontaneidad, el ser uno mismo, definen a una persona. Sobre todo si a pesar de no contar con los rasgos físicos del desideratum, debe vivir en esta misma sociedad y ser aceptada. Esta contraimagen es siempre sublimada con la posesión del objeto, el no bello pasa, de algún modo, a serlo mediante la completitud que le brinda la mercancía.

De modo incipiente, este grito ingenuo, y presumiblemente eludible, se convierte en una trama más del enrejado que delimita la libertad del sujeto. Con Michel Foucault entendimos de qué modo el poder regula incluso el placer de los sujetos. Así, los lugares, las maneras y los elementos con los cuales sentir placer; la institucionalización del tiempo libre, de la diversión y de la belleza, terminan configurando una normativa que regula, incluso, la estética del éxito y del placer, donde el sujeto, totalmente sustraído de su voluntad, cree elegir, aunque su elección este acotada entre estéticas codificadas que al adoptarlas sustentan, tanto como lo económico y social, relaciones desiguales para con quienes no pueden acceder a ellas.

Los estereotipos son imágenes simplificadas que generalizan y/o exageran aspectos de un determinado grupo social y que son compartidas por un conjunto de personas. Estos impiden ver la realidad como es y van habitualmente asociados a prejuicios peyorativos.

Los estereotipos de género, en tanto, son construcciones culturales que promueven una visión determinada sobre el rol de las mujeres y los hombres en la sociedad. Estas ideas preconcebidas definen cómo deben actuar las personas según su sexo, qué tareas les corresponden, cuáles son sus habilidades y en qué ámbitos profesionales o de estudio se desempeñan mejor, entre otros aspectos.

Por ejemplo, cuando decimos “los hombres son fuertes y no lloran”, o “las mujeres son sensibles y usan la intuición”, estamos transmitiendo estereotipos. No es que los hombres efectivamente no lloren o que las mujeres sean más intuitivas por naturaleza.

Estos estereotipos insertos en nuestra cultura contribuyen a una manera de pensar que discrimina en especial a las mujeres, en una variedad de ámbitos: desde lo social y lo cultural hasta lo político y lo económico.

Teniendo conciencia sobre estos estereotipos podemos impulsar una visión distinta. Una que termine con las discriminaciones que limitan a mujeres y a hombres, asignándoles un rol asociado a los quehaceres domésticos a unas y de proveedor a los otros, o que les indica qué actitud tener frente al sexo opuesto y qué estudios seguir, sin permitirles crecer y desarrollarse en libertad.

 

Como país debemos avanzar hacia el cambio cultural que permita que las tareas sean compartidas por toda la familia. Así como los espacios públicos y el mundo laboral también son de las mujeres, la vida doméstica es así mismo un espacio de los hombres y eso debe reflejarse en las comunicaciones.

La educación formal y la familia son instituciones determinantes en aspectos como este. En crear conciencia y establecer representaciones que se sostienen y reproducen desde el discurso y las acciones. En la educación, la diferencia de género se plantea no sólo por las dos filas de alumnos –las niñas por un lado, los niños por otro– sino en estéticas prefiguradas como la imposición del pelo corto a los varones, peinados y hebillas en el pelo, a las mujeres; y sobre todo, en estereotipos imperantes en libros de lectura primaria. Asimismo, en la familia burguesa –si se me permite la expresión como descriptiva y no connotativa– se mantiene un discurso normalizador y conservador de las estéticas. Las niñas deben usar vestimenta color rosa y aretes en sus orejas desde su nacimiento, aspecto ritualizado en occidente, tanto como las mujeres de cuello de jirafa o padaung –su nombre en birmano–, quienes llevaban en sus cuellos collares de metal, como tradición, los cuales cuanto más largos, mayor el atractivo de la mujer, puesto que aparte de resaltar la belleza de quien lo llevaba, era prueba de que provenía de una familia rica.

 

Textos tomados de:
Murolo, L. (2009). SOBRE LOS ESTEREOTIPOS DE BELLEZA CREADOS POR EL SISTEMA, IMPUESTOS POR LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y SOSTENIDOS POR LA SOCIEDAD. Question/Cuestión1(22). Recuperado a partir de http://www.perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/question/article/view/764