El Día Internacional de la Igualdad Salarial representa los esfuerzos de diversos grupos por la obtención de igualdad salarial por un trabajo de igual valor. En diversas regiones del mundo y, mucho más, en América Latina, el trabajo de la mujer es tan o más importante que el de los hombres y es, quizás, más incidente en diversos ámbitos sociales, por su mística y profesionalismo, no obstante, la traducción salarial que eso conlleva no es equitativa con el salario de los hombres. Datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estiman que la brecha salarial a nivel mundial es de 23%[1]
Con base a esta realidad que aqueja a millones de mujeres, la ONU propuso como una de sus metas de desarrollo sostenible, la igualdad de género y empoderamiento de todas las mujeres y niñas. Lograr un salario digno para mujeres es un reto trascendental para los derechos humanos y la igualdad de género e implica concertación de ideas y participación de diversos actores sociales y políticos.
Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha sido uno de los temas claves en los últimos años, bajo el principio “igual salario por trabajo de igual valor”, basado en el cuestionamiento a la discriminación salarial, y en particular, a los roles de género y a la división sexual del trabajo, a partir de los cuales se evalúan los empleos de mujeres y hombres dando como resultado que unas habilidades y competencias son más valoradas que otras.
La OIT ha centrado sus esfuerzos en la protección de derechos de las mujeres trabajadoras en dos etapas de trabajo: de 1919 a 1950, desarrolla instrumentos para favorecer la protección de las mujeres trabajadoras, principalmente con relación a la maternidad y la igualdad de oportunidades en el trabajo. En una segunda fase, se aborda la discriminación y la protección de la maternidad.
En el contexto venezolano, la incursión de la mujer en el mercado laboral ha tenido un ascenso importante, así como en otros países de América Latina, sin embargo, existe desigualdad que radica, en el nivel educativo y salarial, muchas mujeres tienen un nivel educativo superior y ganan menos que los hombres con el mismo nivel educativo.
Aquí interviene la feminización de la educación venezolana, las mujeres, con el transcurso de los años, han ocupado espacios académicos que habían sido casi exclusivo de los hombres. En general, en todas las áreas de conocimiento se observa el crecimiento progresivo de la participación femenina. La matrícula masculina, por su parte, presenta un crecimiento constante, pero lento, a excepción de ingeniería, arquitectura y tecnología, carreras típicamente masculinas, que crecen más rápidamente.
A estos elementos, hay que añadir el empleo formal y su afectación en la mujer “un tercio de la población femenina venezolana no logra generar ingresos para su autosuficiencia, y casi el 52% está fuera del mercado laboral realizando actividades económicas informales”[2]
Dadas estas consideraciones, el mundo laboral se enfrenta a grandes desafíos, pues, para los empleadores,
“solo 3 de cada 10 personas son mujeres, es decir, el 27,4% de la población femenina enfrenta la presencia de barreras generadoras de empleo. También se observó que el 45% de las mujeres cuentan con empleo formal, en comparación con el 60% de los hombres formalizados en el área laboral”[3].
[1] https://www.un.org/es/observances/equal-pay-day
[2] https://talcualdigital.com/en-pleno-siglo-xxi-55-de-las-mujeres-no-tiene-empleo-formal-en-venezuela/
[3] Ídem.